Los reyes del reciclaje

"El pasado es un prólogo". William Shakespeare.

1.26.2010

Resumen

Hace ya más de siete meses que llegué a la capital venezolana y ahora empieza la bueno. Tras seis meses trabajando en la corresponsalía de la Agencia Efe en el país comienza la dura tarea de encontrar un trabajo. No, no me contrataron en la delegación, pero la experiencia fue muy enriquecedora. Grandes profesionales y mejores personas que me enseñaron todo y más y, sobre todo, el intríngulis de un país tan diverso como es Venezuela.

Al llegar en el lejano mes de junio del año pasado, con todas las reservas y advertencias de mi madre, lo que más me sorprendió fue la facilidad que tenían los venezolanos para ofrecerme bolívares, la moneda del país, por dólares o euros ya en el mismo aeropuerto. "No cambies dinero allí ni hagas caso de nada de lo que te puedan decir" me avisó Paula, la que sería mi compañera durante esos seis meses de aprendizaje.

La subida desde el Aeropuerto Internacional de Miaquetía fue impresionante: decenas de carros americanos de los 70 nos pasaban a velocidades de vértigo por izquierda, derecha y el hombrillo (arcén) por una carretera que, de no saber que estaba en Venezuela, hubiese relacionado con alguna de Irak o Afganistán debido a la cantidad de agujeros que la salpicaban.

La entrada en Caracas no fue menos impactante. La ciudad tanto por su parte oeste, por donde se entra del aeropuerto, como la este, está desbordada por los barrios (como llaman acá a las favelas) y por un tráfico infernal. Los precios de la gasolina subvencionada por el gobierno chavista no facilita en nada la fluidez en las carreteras.

El resto coser y cantar. Los venezolanos son accesibles y amigables desde el primer momento. Como dice un gran amigo mío venezolano "lo importante es que vean que tú les das lo mismo que recibes. Así jamás te decepcionará un venezolano". Ninguno, de momento, lo ha hecho.

Han sido siete meses de descubrir las playas más bellas que jamás haya visto, del cuba libre más sabroso que mi gaznate se ha tragado, de Chávez, su revolución bolivariana, sus cortes de agua y luz y sus amenazas contra todos, de terrible calor, de devaluación del bolívar, de venezolanas bailando salsa, de viajes por suramérica visitando a grandes amigos y de una gran experiencia profesional en la delegación de la Agencia EFE.

No me quejo. De momento, me quedo.

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