Los reyes del reciclaje

"El pasado es un prólogo". William Shakespeare.

6.13.2011

Mañanas

Levantarse sobre las ocho, abrirle la puerta a Luc, desayunar lo que encuentre en la nevera, leer los principales periódicos por internet: generalistas, deportivos, económicos; volver a dormir, despertarse a cualquier hora por culpa de los mosquitos, los zancudos, los llantos del bebé del vecino o la manifestación de turno en la avenida Francisco de Miranda, releer la prensa electrónica, revisar el correo en busca de alguna posibilidad, borrar basura electrónica,chatear con la familia y con los amigos, ver algún capitulo de cualquier serie, desquiciarse con la blackberry, escribir algo en el blog, o no, dar vueltas en la cama, fumar un cigarro, otro y otro, visitar los portales de empleo en busca de oportunidades por otra vía, desesperarse, darse una baño y salir a la calle a comprar, a pasear, a sudar, a mirar, a beber, a buscar una historia que contar.

6.12.2011

Equipo

Amo el básquet. Sobre todo la NBA. Desde la primera vez que mis padres me sentaron delante de aquella tele vieja de 7 canales sin mando, que parecía que explotaba cada vez que la apagábamos, para ver la barba canosa de Ramón Trecet en "Cerca de las estrellas". Desde que me hablaron de los "Bad boys" y de los Lakers de Magic, Kareem, y Worthy. Desde la primera "Super Basket". Desde que llegaron a mis manos las tarjetas con fotos, estadísticas y autógrafos que comencé a coleccionar de forma enfermiza. Desde que me dieron una pelota una tarde en el patio. Desde siempre.

Amo este deporte porque me recuerda la infancia, las tardes inacabables en las que mi madre me tenía que gritar desde el balcón para que dejara la dichosa pelotita y subiera a casa a cenar. Porque esas tardes las pasaba con mis amigos de siempre echando unos contra unos, dos contra dos o concursos de triples. Porque muchas veces esas tardes eran con más gente y con un entrenador que me corregía incansablemente. Me enseñaba a botar sin mirar el balón, siempre con la cabeza alta. A defender con el culo bien abajo y los pies situados "a las nueve o a las tres" según la posición del rival. A lanzar sin situar el codo hacia afuera o a cerrar el rebote mirando al jugador, no al balón.

Amo el baloncesto porque no solo jugaba yo, jugaba con unos amigos con los que formaba una máquinaria destinada a conseguir que ese trozo de goma entrase por un circulo de metal de 45 centímetros de diámetro. Cortes, bloqueos,  dos contra uno y pases al poste eran algunas de las armas utilizadas a veces por unos, a veces por otros. No importaba quién, solo que el balón entrase por ese círculo naranja. A ser posible en número mayor que el que entraba por el nuestro.

Amo el baloncesto y esta noche estoy feliz porque los Dallas Mavericks han derrotado a los Miami Heat en el sexto juego de las finales de la NBA. Porque un equipo de baloncesto se ha impuesto a una colección de estrellas. Porque este deporte es equipo y sacrificio. Bajar el culo en defensa y dar ese pase de más en ataque. Porque no todo son entradas a canasta, mates estratosféricos y miradas desafiantes al público cuando el partido está en sus albores. Porque la jerarquía está para respetarla: manda el entrenador en todo y el base en la cancha. El resto, ejecutan las órdenes. Porque un equipo no se rinde jamás. Ni cuando va perdiendo de 10 puntos en las finales del sexto partido en casa y falta un minuto. Porque no se gana por hacer más anuncios, vender más camisetas o conseguir que los mejores se enfunden los mismo colores.

Se gana porque se es el mejor equipo.

"El talento gana juegos, pero el trabajo en equipo y la inteligencia ganan campeonatos". Michael Jordan.

6.09.2011

El regreso

Casi dos semanas hace ya que abandoné la enferma España para venir a buscarme la vida, de nuevo, a Venezuela. Tiempo después de la incredulidad, asombro y dolor por parter de los de allá y alegría, calidez y bienvenida por parte de los de acá, decir que todo apenas ha cambiado. Cierto es que hace poco más de medio año que me fui a España por motivos familiares y cansado de no encontrar nada en Caracas, pero también es verdad que poco tiempo hizo falta para ver que la situación en nuestro querido país está estancada y sin visos de cambiar. 

Como uno de los salpicado por la crisis y el desempleo veo con alegria las movilizaciones sociales de la gente joven, y no tanto, en las principales ciudades. Las acampadas en lugares emblemáticos y las buenas intenciones que emanan  de estas. Con tristeza sigo también las cargas policiales y la toma de posesión de sus cargos por políticos acusados en algunas de las "Gürtel" o "Palma Arena" de turno. Al presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, personaje que vive en su propio mundo gracias a la legitimización que le dan las urnas, bromeando con sus consejeros mientras en la misma puerta de Les Corts un grupo de protesta recibe golpes por el estado de las cosas.

En este sentido, aquí en Caracas no hubieron protestas o no se les dio cobertura mediática. El otro día un venezolano me comentaba en la interminable cola del banco que la gente de este país "ha perdido la capacidad para protestar", debido a tanta marcha espontánea o convocada por unos y la correspondiente contramarcha de los otros.

Pocos cambios políticos también aquí. Me cuentan los amigos que la pérdida de la mayoría chavista en la asamblea nacional solo ha derivado en más debate y menos legislación. Como ven, sea más o menos desarrollado un país todo se enfanga en estos días en la dialéctica política. Da igual el descontento social, los gobernantes continúan de espaldas a la realidad a pesar de las clamorosas muestras de malestar por parte de la mayoría de los ciudadanos. 

En Venezuela, tanta manifestación ha conseguido que un arma con tanto poder como la salida en masa de la gente a la calle para protestar haya perdido efecto. En España, su poco uso y la tremenda carga ideológica de las convocadas en los últimos meses ha provocado el rechazo de gran parte de la gente y, posiblemente, una manera de ponerles fin inadecuada y que perjudica a todos.

Lo más triste de todo es ver a toda esa gente bien preparada y con ganas de trabajar, leer sus pancartas en las plazas, escuchar su desilusión y ver cómo se está perdiendo el futuro del país mientras los que tienen que dirigirlo gastan bromas en los hemicíclos. Al menos, en Venezuela, hace tiempo que Hugo Chávez ya no canta en él como solía.