Los reyes del reciclaje

"El pasado es un prólogo". William Shakespeare.

1.31.2010

7 días

Una semana hace ya que se marchó. Tranquila, relajada, acompañada. Más de 7.000 kilómetros nos separaban en el momento en el que decidió coger sus recuerdos e irse.

A la playa me fui, buscando escapar de los malos augurios, de las malas señales, de lo inevitable. Pero todo llega. Al regreso, un mensaje de mi hermana golpeaba el celular, un dolor a mi pecho. "Llámame lo antes posible", rezaba lapidario.

Y con la llamada urgente las sensaciones, las malas noticias, confirmadas. "Alberto, se ha ido. Ayer por la noche", me contestó mi hermana en el celular. Y yo a un día de avión. "Todo tiene que llegar. Las cosas se acaban", siseaba mi padre. "No te preocupes por nada, se fue tranquila, yo estaba allá cuando ocurrió y todo fue muy bien", me hablaba mi madre, la más triste.

Se fue y no recuerdo ya la última vez que la vi. Solo sé, que no la volveré a ver. Se fue con su luto sempiterno, su andar acompasado acompañado, últimamente, de un bastón, su "Diario de Patricia", su sillón del salón y el del lado de la chimenea, su sitio a mi lado, a veces, en la mesa de su casa, su mala leche, sus aguilandos, su "¿nene, cuándo vienes?". Se fue acompañarla a la peluquería, marcarle un número en el teléfono, llevarle la merienda, pedirle que me hiciese una de esas deliciosas tortillas de morcilla. Se ha llevado todo esto y más.

Se fue mi abuela, y yo no pude despedirme.

1.30.2010

LA FINAL

Así, con mayúsculas, se ha de escribir el enfrentamiento entre los Leones del Caracas y los Navegantes de Magallanes en la gran final de la Liga Venezolana de Beisbol. En los 53 años de edad que ya tiene el "juego de pelota" en el país caribeño, sólo en tres ocasiones, incluída ésta, se habían enfrentado los dos equipos con más seguidores y mejores jugadores de Venezuela. La victoría siempre favoreció a los "magallaneros".

Pero este año no fue así. En una final disputada al mejor de siete partidos, los capitalinos vencieron por 4-3 despúes de remontar una desventaja de 3-1 y con el factor cancha en contra. Casi nada.

El beisbol es un deporte con una "fanaticada" insuperable en este país. A pesar de que la competición dura tan solo cuatro meses y está compuesta por ocho equipos, la gente se desplaza en masa a disfrutar de las cerca de cuatro horas de promedia que suele durar cada juego.

Y no solo los espectadores. Muchos de los jugadores venezolanos que participan en las Grandes Ligas, como llaman al torneo estadounidense, piden permiso y vuelven a su país para reforzar las plantillas de los equipos. Pago de seguros de su propio bolsillo, viajes, amenazas de los equipos norteamericanos. Nada les frena a la hora de tomar el camino a casa. Menos si existe la posibilidad de jugar una final Caracas - Magallanes.

Pero es que acá la visión del deporte, y de éste en particular, es bastante distinta de lo que un europeo como yo se imaginaba. Franela, gorra, insultos clásicos, perros calientes y cerveza, mucha cerveza, con alcohol. Ahí está la diferencia. En Venezuela no está proihibido vender alcohol en los estadios. La razón es bien sencilla, empresas Polar, uno de los principales patrocinadores de la liga y de todos los deportes en este país, vende cerveza. Y no puedes morder la mano que te da de comer.

Yo no estoy en contra de esta prohibición, pero después de haber "sufrido" sus efectos en alguna que otra visita al Estadio Universitario de Caracas no comparto la idea de alcohol igual a violencia. Puede parecer algo incivilizado pero, poniendo a un lado el lanzamiento clásico de los vasos (deshechables de coca - cola) y las cotufas (palomitas) al final de cada encuentro, el comportamiento de la afición es de lo más saludable. En una de las ciudades con un índice de inseguridad y asesinatos, más altos del mundo.

Tod esto se ha podido observar durante estas series finales en las que se impusieron los caraquistas: el peor comportamiento no vino por parte de los espectadores, fue el de los jugadores que más de una vez se liaron a golpes por alguna decisión arbitral o gesto despectivo del rival. El público, nada.

El juego, el último, fue aburrido como lo suelen ser todos y encima, los visitantes se pasearon por el José Bernardo Pérez de la ciudad de Valencia para un resultado final de siete carreras a dos. Muchas para un partido, y más para una final.

Yo lo "disfruté" en una casa con un nutrido grupo de venezolanos que, a la hora, ya estaban echando pestes sobre lo aburrido que es este deporte. "Nosotros lo soportamos porque lo vemos desde que somos unos chamos (niños)", afirmó uno de ellos, ataviado con toda su equipación de los Leones. "Antes de venir a Venezuela, para mí, este era el deporte más aburrido del mundo", agregué yo.

Menos mal que, a falta solo de tres hombres para que se cerrase el turno de bateo, el juego, la serie y la temporada, la luz se fue del campo de los Navegantes. "¡Eso es Chávez que es magallanero!" gritó uno. Éste y los cortes de luz y agua, son tema para otra entrada.

1.27.2010

El segundo mejor actor del mundo

En el último número del año de la estupenda revista "Esquire" que ha llegado a Venezuela, nos enfrentan con todo un titán de la interpretación: el neoyorkino Robert Downey Jr.

Es curioso como una actor con tanto talento y predisposición a salir delante de las cámaras se ha ido jodiendo la vida desde finales de la década de los 80. Múltiples detenciones policiales por posesión y consumo de diversas drogas casi dan al traste con uno de los intérpretes más cualificados de su generación.

A pesar de su ficha policial, nada extraño en estos tiempos que corren por Hollywood, Downey Jr demostró con su interpretación del mito cómico Charles Chaplin que su nivel de interpretación estaba por encima de un actor normal.

Este papel le valió su primera y única candidatura al Óscar como mejor actor, a la que añadiría otra más, ésta como actor de reparto en la comedia "Tropic Thunder". Un premio Bafta también por el papel de Chaplin y dos globos de oro relucen en la estantería de su, ahora, acomododada casa en Los Ángeles.

El reportaje de la revista no es por motivo de la resurreción del neoyorkino. Como el ave Fénix, el actor ha caído y ha vuelto en más de un par de ocasiones pero, tras el bombazo de "Iron Man", película por la que se recaudaron más de 500 millones de dólares según "Esquire", parece que ha venido ha quedarse definitivamente. Y alejado de los "malos vicios".

A lo largo de seis páginas, el intérprete desgrana su amor por su segunda esposa, Susan Levin, pasea al periodista por los barrios en los que fumó crack por primera vez y habla, tanto de la secuela del héroe de cómic, como de la segunda parte de la última película que acaba de estrenar "Sherlock Holmes".

La última adaptación del detective inglés, reconozco, me dejó un poco frío. Uno se espera a un caballero británico con la pipa y el bombín y se encuentra a un caradura, muy inteligente, pero un bravucón, que une a su capacidad deductiva habilidades en las artes marciales. Extraño para un investigador del siglo XIX.

Con el siempre eficiente Jude Law en el papel del Doctor Watson la película, sin embargo, vuelve a poner de manifiesto la capacidad interpretativa de su protagonista al mezclar con éxito el cerebro y la astucia con la fuerza.

"Me encanta formar parte de de algo que hace que otros ganen mucho dinero. No tengo que hacer nada, más que seguir con las superproducciones. De hecho, corro el peligro de arruinar mi buena racha", declara. "Nunca. Eres el mejor actor del mundo. Salvo, tal vez, Bill Murray" le contesta el periodista. Estamos abolutamente de acuerdo.

1.26.2010

Resumen

Hace ya más de siete meses que llegué a la capital venezolana y ahora empieza la bueno. Tras seis meses trabajando en la corresponsalía de la Agencia Efe en el país comienza la dura tarea de encontrar un trabajo. No, no me contrataron en la delegación, pero la experiencia fue muy enriquecedora. Grandes profesionales y mejores personas que me enseñaron todo y más y, sobre todo, el intríngulis de un país tan diverso como es Venezuela.

Al llegar en el lejano mes de junio del año pasado, con todas las reservas y advertencias de mi madre, lo que más me sorprendió fue la facilidad que tenían los venezolanos para ofrecerme bolívares, la moneda del país, por dólares o euros ya en el mismo aeropuerto. "No cambies dinero allí ni hagas caso de nada de lo que te puedan decir" me avisó Paula, la que sería mi compañera durante esos seis meses de aprendizaje.

La subida desde el Aeropuerto Internacional de Miaquetía fue impresionante: decenas de carros americanos de los 70 nos pasaban a velocidades de vértigo por izquierda, derecha y el hombrillo (arcén) por una carretera que, de no saber que estaba en Venezuela, hubiese relacionado con alguna de Irak o Afganistán debido a la cantidad de agujeros que la salpicaban.

La entrada en Caracas no fue menos impactante. La ciudad tanto por su parte oeste, por donde se entra del aeropuerto, como la este, está desbordada por los barrios (como llaman acá a las favelas) y por un tráfico infernal. Los precios de la gasolina subvencionada por el gobierno chavista no facilita en nada la fluidez en las carreteras.

El resto coser y cantar. Los venezolanos son accesibles y amigables desde el primer momento. Como dice un gran amigo mío venezolano "lo importante es que vean que tú les das lo mismo que recibes. Así jamás te decepcionará un venezolano". Ninguno, de momento, lo ha hecho.

Han sido siete meses de descubrir las playas más bellas que jamás haya visto, del cuba libre más sabroso que mi gaznate se ha tragado, de Chávez, su revolución bolivariana, sus cortes de agua y luz y sus amenazas contra todos, de terrible calor, de devaluación del bolívar, de venezolanas bailando salsa, de viajes por suramérica visitando a grandes amigos y de una gran experiencia profesional en la delegación de la Agencia EFE.

No me quejo. De momento, me quedo.

1.25.2010

Corazón ¿tan blanco?

Corazón tan blanco. Javier Marías.
Ed: DeBolsillo.

Pues sí he de admitirlo, la historia de la familia Ranz me ha gustado. He de admitir que no soy yo de novelas muy apegadas con las relaciones, y mucho menos si éstas son estables, pero el continuo desasosiego que Javier Marías marca desde la primer línea con “No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas…” catapulta ya, sin frenos, hasta el final.

Cierto es que siempre quise leer algo que no fuese un artículo de Marías y "Corazón tan blanco" me pareció, por ser su primera novela de éxito y de las más cortas, una opción acertada. Poco más de 300 páginas donde el autor desgrana los entresijos de las razones que llevan a un hombre a comprometerse, la relación con un padre frío varias veces casado, amigos comunes incapaces de mantener la boca cerrada.

Siempre he leído a Marías y su “Zona Fantasma” en el País Semanal, es más, confieso que comienzo esa revista por detrás por la capacidad que tiene el autor de plasmar parte de mis inquietudes de forma periódica. A veces, incluso, me sorprende. Espero que el libro no sea una premonición. Pasen y lean.

El inicio...

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