Los reyes del reciclaje

"El pasado es un prólogo". William Shakespeare.

3.23.2010

Desaparecido

No está. Hoy desperté y abrí la ventana como un día más pero ya no nos acompañaba. El Ávila, la montaña que resguarda a Caracas, que la defiende de los cálidos vientos del mar Caribe se había marchado, como el populoso barrio de Petare y el obelisco de la plaza Altamira. Nada se veía desde mi atalaya del piso 11.

El monte arde, y una espesa neblina invade la ciudad. Son ya tres días de fuegos incesantes en diversos puntos del gigante rocoso. Los helicópteros van y vienen, las luces de los bomberos se vislumbran por la autopista de la cota mil pero el viento no descansa, inclemente.

Y la ciudad se ahoga, el país está seco. Los cortes de agua se dividen por zonas y por días desde hace meses y las lluvías no llegan. Esa bendición que reviviría el monte, sus laderas, a sus inquilinos.

Tres días después, el viento castiga a Caracas y lanza sobre la gran urbe los despojos de su ataque: pequeños trozos de hojas quemadas entran por las ventanas de mi casa, el olor del castigo infligido se esparce por todos lados, la visibilidad, difícil.

Sólo cabe esperar que Eolo se apiade de todos. Caracas necesita su norte.

3.18.2010

La frontera

De papeles sueltos.

Tras tres meses en busca de un trabajo o de un entretenimiento para cambiar mi rutinaria vida de guía turístico de amigos y familiares, lectura, escritura y ron, tuve que pensar en abandonar el país para poner en orden mi estatus jurídico, es decir, o salía para que me sellasen el pasaporte o quedaba en situación de inmigrante ilegal.

Después de estudiar las distintas posibilidades en avión, autobús y carro la opción más "cercana" y barata era Colombia en su frontera con el estado venezolano del Táchira, en el suroeste del país: avión ida y vuelta. Fácil, rapido y poco costoso.

El estado Táchira es famoso por ser antichavista, relativamente rico por su cercanía al estado Zulia donde abunda el gas y el petróleo y por los problemas que hace unos meses tuvo por la muerte de dos guardas nacionales que elevó, aún más, la disputa entre los presidentes de ambos países.

La llegada a Santo Domingo del Táchira a 150 kilómetros de la frontera, normal, el viaje hasta la frontera, revelador. Montado en el taxi del señor Morales, silencioso pero ilustrador, pude disfrutar de la geografía escarpada de la zona y de la masiva presencia militar derivada de los cuatro cuarteles militares que divisamos durante el recorrido.

"¿Es debido al asesinato de los policías hace unos meses?" le pregunto. "Eso ya pasó, es más que nada para controlar el contrabando y el narcotráfico", me contesta. "Por acá se pasa mucho", agrega. Todos los camiones y los carros sospechosos son detenidos en las alcabalas que salpican el trayecto.

Al llegar al pueblo fonterizo de San Antonio, la gente inunda las calles y los autos hacen cola en la frontera para pasar al lado colombiano. En la otra dirección, lo mismo. Nada de tensión o peligro. La diferencia entre las dos ciudades es ilustrativa: San Antonio es un pueblo de casas bajas, carreteras rotas y apenas hay comercios más allá de los autobuses que salen a todos los puntos del país, supermercados y ropa; Cúcuta, del lado colombiano es lo contrario, autopista hasta el pueblo nada más cruzar la frontera, centros comerciales, pequeños comercios de todo tipo, bloques de viviendas, taxis con taxímetros, civilización.

Aún así, la gran parte de la gente del lado colombiano pasa diariamente a trabajar y, sobre todo, comprar en el lado venezolano. La diferencia de poder entre las monedas de ambos países provoca este flujo migratorio. De Colombia a Venezuela la gente se traslada para comprar útiles de primera necesidad y, más que nada, gasolina.

En el otro sentido la gente va en busca de, por lo visto, los recambios para los carros y motos, tan preciados en Venezuela. La entrada en Cúcuta está regada de talleres de motocicletas y puestos de recambio para los mototaxistas, una profesión que no existe en Colombia.

Es curioso ver como el presidente Hugo Chávez y su homólogo Álvaro Uribe estuvieron a punto de todo hace unos meses y, en cambio, la zona fronteriza es de libre circualación si se va a pasar sólo un día en cualquiera de los lados y el pago con las dos monedas es aceptado sin problemas en las dos partes.

Tras sellar mi salida en Venezuela, pasar el puente que separa ambas naciones, recibir el sello de entrada en Colombia, pasar el día obligatorio según el Departamento Administrativo de Seguridad (D.A.S.) en la zona colombiana y pasar por el mismo trámite pero a la inversa el día siguiente, regreso a Caracas con la sensación de la utilización partidista de los líderes políticos en el caso de los asesinatos que llevó a cerrar la frontera y a la anulación de múltiples contratos.

"Aquello pasó por el exceso de celo de los militares en impedir el contrabando de gasolina, de lo que vive mucha gente", susurra Morales. Chávez culpó a un grupo de paramilitares colombianos.

"El asesinato de estos guardias tuvo como finalidad amedrentar a nuestra Guardia Nacional Bolivariana que día a día cumple su función combatiendo el delito, controlando la frontera, combatiendo el narcotráfico", declaró en su momento el ya ex-vicepresidente y ex-ministro de Defensa Ramón Carrizalez.

De vuelta al aeropuerto, las colas en las gasolineras obstruyen la vía, "a veces es complicado encontrar combustible por aquí, así que cuando lo haces, hay que aprovecharlo", me comenta Morales. Revelador.

3.17.2010

El colchón

Ya no me acompaña en mi habitación. Ya no tengo que moverlo de izquierda a derecha para poder entrar en el baño o poder abrir el armario. Ya no tengo que levantarlo todas las mañanas para que deje espacio transitable en mi minúsculo cuarto, ni volverlo a poner en el suelo por las noches. Ya no tengo que ponerle y quitarle las sábanas. Ya no hace falta nada de esto. Las visitas se han ido y, con ellas, el colchón y la compañía.

Tras cerca de un mes compartiendo la pieza ya le estaba cogiendo cariño. Su extrema delgadez, sus estampados de rosas y hojas otoñales sobre un fondo terroso, su olor a viejo, su livianidad en mis brazos cada vez que tenía que hacer o deshacer la cama del invitado.

Un colchón representa muchas cosas: compañía, amor, comodidad, soledad, sexo, descanso recuerdos, confianza... Tras un mes de visitas familiares intensas para mí solo representa distancia: la de un océano y muchas horas de avión que hay hasta mis seres más queridos.

Ya lo saqué, se acabaron las visitas. Necesito más espacio en el cuarto y en la mente.