Los reyes del reciclaje

"El pasado es un prólogo". William Shakespeare.

10.21.2011

Hospitales y recuerdos

Desde una butaca en urgencias...

Hace unos días, después de mucho tiempo, volví a un hospital. No por mí, no se preocupen, sino por alguien muy querido que lo necesitaba tras una noche horrible. Pero, al entrar de buena mañana por la puerta de urgencias de una céntrica clínica caraqueña, nada fue igual que cuando visitaba a mi padre en su trabajo.

Los hospitales en Caracas no huelen a esa mezcla de nuevo, limpio y asespsia. Su olor es a obra, caos y frío, mucho frío. De hecho, llama la atención que un lugar destinado a cuidar la salud, castigue a sus empleados, pacientes y visitantes con un aire acondicionado solo apto para pingüinos.

El desorden derivado del caos, tan característico de la cultura caribeña, no puede faltar tampoco en esta área de la sociedad. Recuerdo lo privilegiado que me sentía cuando cruzaba las puertas batientes del servicio de rayos para ir a ver a mi padre. Como caminaba orgulloso por aquel pasillo blanco, de suelo también blanco, alumbrado por una luz blanca fluorescente, mientras el resto de la gente, cada vez más lejos, aparecía y desaparecía al ritmo cada vez más lento de aquellas puertas.

Ese privilegio aquí se transforma en fiesta. Los pacientes buscan o preguntan por los médicos, que no les suelen hacer mucho caso; las enfermeras a los pacientes con el mismo efecto; los familiares a los enfermeros para que les informen de algo y los vigilantes a los familiares para que dejen trabajar a la gente en paz. Todo sazonado con obreros arreglando o terminando de montar cualquier cosa, mensajeros en busca de los vigilantes, que solo "vigilan" a las enfermeras, camilleros discutiendo sobre "el derecho de paso" y administrativos inundándote con todo tipo de formularios sobre tu edad, peso, alergias y, sobre todo, compañía de seguros.

Es decir, una especie de verdulería en la que todo el mundo grita, ordena y coquetea.

Reconozco que nunca me había enfrentado a la "burocracia hospitalaria" gracias a mi condición de "hijo de médico". Cuando pensaba que el agradecimiento que tengo y siempre tendré a mi padre dificilmente podría aumentar, volvía a equivocarme. Evitar ese papeleo es otro regalo más que, silenciosamente, mi padre nos ha otorgado a toda la familia.

Siempre recuerdo los hospitales como lugares seguros, sanos y silenciosos. Una especie de oasis de tranquilidad que uno puede encontrar en medio del bullicio de la ciudad solo roto por el sonido de las sirenas de las ambulancias. No las recuerdo como un lugar de dolor y tristeza. El hospital siempre ha estado asociado a mi padre y a llamadas a horas inapropiadas debido a las guardias, seguidas del lamento y las quejas de mi madre. Desgraciadamente, es solo cuestión de tiempo que todo eso cambie.