Los reyes del reciclaje

"El pasado es un prólogo". William Shakespeare.

7.02.2010

Caracas - Cartagena de Indias - Caracas

De apuntes sueltos...

Hace unas semanas volví a salir de Venezuela con destino a Colombia. Una visita familiar siempre es una buena excusa para llevar a cabo ese viaje esperado, y la aparición, de nuevo, de mi hermana por estas latitudes fue el momento perfecto para visitar un par de lugares en el país vecino que tenía apuntados en mi hija de ruta.

Hay algo difícil de diferenciar en los venezolanos: ¿viveza o abuso? En el autobús que nos transporta, muchos de los pasajeros llevan más peso del permitido en sus maletas. Aún así, las empresas, los conductores y los mismos viajeros hacen la vista gorda. Un par de horas después de salir de Caracas nos paran en la primera alcabala y sucede algo curioso: todo el mundo se moviliza y se recoge dinero para pagar el soborno a los policías.

¿Por qué? La razón es sencilla: la mayoría del sobrepeso que transporta el autobús son alimentos y está prohibido sacarlos del país. La medida, inhumana a primera vista, tiene su explicación: muchos de los alimentos básicos de la cesta de la compra en Venezuela están subvencionados por el gobierno, y esta gente los suele sacar para venderlos a su precio "real" y ganar la diferencia. De ahí lo ilegal de la acción y el motivo del porque nos paran hasta seis veces, incluída la frontera también con su pago, en el lado venezolano.

¿Viveza o abuso? Todo el mundo tiene que pagar para no ser retenidos durante el tiempo que dure el registro, que puede ser desde una hora hasta lo que le dé la gana a los policías, y si no se aporta las quejas son de órdago. Todo a pesar de que la gente que suele hacer el trayecto lo sabe y aún así carga el maletero del autobús con tres o cuarto bolsos gigantescos.

Una vez pasada la frontera y superadas las malas miradas de los funcionarios encargados de los visados y los registros, Colombia. Carreteras bien asfaltadas, haciendas sin vallas electrificadas y ganado por doquier.

Cartagena de Indias es una ciudad preciosa pero, sobre todo, terriblemente calurosa. Su ubicación en el litoral atlántico colombiano convierte a este puerto en un infierno desde las nueve de la mañana. "Váyanse pronto a la ciudad vieja" nos recomieda el taxista, mientras nos ilustra sobre las bondades del "corralito de piedra", nombre que recibe la parte colonial.

Calles estrechas, casas de dos pisos con patios interiores y balcones llenos de flores, iglesias por doquier, plazas con fuentes. La cabeza se me marcha hasta los pueblitos del interior de España, los de la meseta, con este mismo tipo de edificaciones destinadas a burlar el calor de los tórridos veranos del centro del país.

Pero no solo del casco antiguo se enorgullece la ciudad. En contraste con la parte colonial se yergue la zona de Bocagrande. Con sus altos edificios modernos y sus hoteles de última generación. Los recuerdos viajan de nuevo, pero hacia Benidorm o Salou. El puerto deportivo que desplaza turistas hacia las islas de Barú o San Bernardo escupe españoles a últimas horas de la tarde.

A unas cuatro horas de Cartagena se encuentra el pueblo de Santa Marta, el más antiguo del país y lugar donde murió El Libertador Simón Bolívar para, unos siglos después, ver nacer a uno de los mejores futbolistas de este lado del mundo: Carlos Valderrama, "el pibe".

Ambos son el principal reclamo turístico de la localidad junto con los paseos por el espectacular parque Tayrona y sus tormentosas playas. Bolívar y la quinta San Pedro Alejandrino son visita obligatoria. La cama donde falleció, la sala de fumadores, el comedor, así como la estatua a Valderrama frente al estadio Eduardo Santos a las afueras del pueblo.

Ya no me extenderé más, cosas me dejo y quejas recibiré de más de uno. La única solución es que, cuanto antes, te des una vuelta por allá y lo disfrutes.