Los reyes del reciclaje

"El pasado es un prólogo". William Shakespeare.

8.29.2011

Venezuela - Colombia

Escrito en una habitación en la frontera...

Una vez más me he enfrentado al tedioso trámite de salir del país para renovar los tres meses de visa que te otorgan al entrar por vía aérea en Venezuela. Una vez arribado a Maracaibo, capital del estado Zulia, al noroeste del país y fronteriza con Colombia, tomé un carro por puesto para cubrir la distancia entre esta ciudad y Maicao, primera muestra seria de civilización en el país vecino.

Voy en un Chrisler blanco de los setenta a 120 kilómetros por hora por una carretera llena de huecos. El chófer es un tipo gordo y bajito, resultado de la mezcla de razas que ha habido en esta parte del mundo desde que Colón la descubrió para occidente. Su color oscila entre el marrón mulato y el amarillo oscuro. Es estrábico, con la nariz negroide y tiene el cabello totalmente blanco.

Y por supuesto tiene toda la 'paciencia' de los caribeños. Característica que se acentúa en esta parte del país debido al terrible calor que hace a todas horas. No se preocupa porque hayamos tenido que esperar durante dos horas y media al último pasajero de los cuatro que va a transportar al otro lado de la frontera. Hay uno más, pero se ha tenido que bajar porque no tiene papeles.

Somos un indio guajiro, un colombiano que regresa a su país tras trabajar unos meses en Venezuela, un padre que va a visitar a su hijo a Barranquilla, con 60 kilos de chorizos ahumados a dejar por encargo en Maicao, y yo.

El precio por la travesía de ocho de la noche a una de la madrugada son 120 bolívares fuertes por cabeza por cubrir esos 170 kilómetros llenos de alcabalas de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), de la policía del estado y de ranchos guajiros.

Los primeros kilómetros son tranquilos. Hasta llegar al primer puesto de control de la policía estatal. 'Linternazo' a la cara y petición de documentos. Son 150 bolívares por no registrar el vehículo. "Hijos de la gran puta", exclama el chófer. Pero no se queja mucho más. "Tengo antecedentes por trata de blancas", informa sin ningún pudor. "Me agarraron hace tiempo en una camioneta con nueve mujeres sin documentos", confiesa tranquilamente, pega otra calada al cigarrillo, escupe por la ventana y continúa "un sargento coño de su madre. Un compadre de Valledupar se raspó a su mujer y la pagó conmigo".

Y es que 34 años cubriendo la misma ruta dan para mucho. Entre ellas, conocer a todos los policías y guardias nacionales de las cerca de docena de alcabalas que pasamos en el lado venezolano.

Las más tétricas e inquietantes son las situadas por la GNB. Señaladas con una pequeña hilera de hogueras dentro de botecitos y custodiadas por hombres muy jóvenes con un fusil al hombro, paran a todos los camiones y, aleatoriamente, a algunos carros. "¿Cómo estás?" o "¡qué ganas de acostarme!", son las maneras que tiene nuestro conductor de evitar ser parado. Aún así, no lo consigue en las tres más grandes: en el puente sobre el río Limón, en la localidad de Guarero y en la misma frontera.

En la primera, varios camiones están parados en el arcén. Están siendo revisados. De ellos salen militares con la 'vacuna', el soborno necesario para que los dejen pasar sin muchos problemas.

En la segunda, en Guarero, mi pasaporte levanta revuelo, la puerta se abre y un militar me increpa:
- "Primera vez que va a Colombia".
- "Sí".
- "¿A qué se dedica?"
- "Periodista".
Aquí es cuando se le sube a la cabeza una mezcla de odio y miedo. La voz se endurece:
- "¿De qué medio?"
- "Ninguno. Trabajo por libre"
- "¿A dónde va en Colombia?"
- "A Maicao".
- "¿Por qué?"
- "Quiero visitar la mezquita".
- "¿Lleva cámara?"
- "No".
'Linternazo', revisión del equipaje y devolución del pasaporte. Ni buenas noches ni gracias. Tampoco deben de esperarse de un cuerpo nutrido básicamente de gente con poca educación, que gana poco y que se dedica sistemáticamente a engrosar su pobre sueldo aceptando descaradamente sobornos por mirar para otro lado en cuanto a contrabando.

El tercero y último, en la frontera, es clásico entre toda la gente que transporta más de lo debido. En este caso, chorizo ahumado. Mientras sello mi visa a las 23:50 horas. El chofer sale a hablar con el guardia. "Dame 30 ahí", le pide al dueño del embutido.

Una vez ya en Colombia el de los ahimados estalla: "¿Es que no va a cambiar nunca esta verga?". "¿Nunca va a cambiar que siempre haya que pagarles a estos hijos de puta por todo? ¡Ya todo el mundo lo sabe y nadie hace nada!", añade resignado.

Pero ya comenté que la policía no se queda corta. Suele 'cobrar' más en efectivo, que en 'especias', es decir, mercancía transportada. Al caso del primer control, al inicio del viaje, se suma otro, en una garita donde se tiene que pagar, sí pagar, un tributo oficial (78 bolívares) por abandonar el país. "Toma 50 ahí", le grita el chofer al joven policía, que quiere más por dejarnos pasar. "Me vas a hacer que viaje solo por aquí. Como me jodan me vas a oír", explota enfurecido.

Y es que esta zona del país es territorio de los indios guajiros. "Muy peligrosa", dice el de los ahumados. "Una vez viajé por acá de madrugada con un guajiro y no jodas, nos tiraron piedras y nos dispararon", cuenta. "Menos mal que no se paró a revisar el carro", recuerda.

Este es el motivo por el que viajamos con otro coche, o mejor aún, con otra furgoneta, delante. Si se para, nos paramos. Si se desvía, esperamos a otro. "A mí me han echado plomo varias veces. No hay que pasar por acá solo y de noche", confirma el chofer.

Al pasar al lado colombiano al menos los cuerpos de seguridad no intimidan tanto. "¿Qué hacen viajando a estas horas?, ¿están locos?", nos recrimina el empleado del DAS colombiano. La cosa mejora al enseñarle mi pasaporte. "Lo único que va a conseguir enseñando este pasaporte por aquí es que lo secuestren", me increpa. Lo siento, me da por reír ante su cara de incredulidad.

Unos 20 minutos después, sobre las dos de la madrugada, estaba en un fantasmagórico hotel de carretera escribiendo.

P.D.: Disculpen la falta de fotos originales. Por la noche es difícil si no se cuenta con material y seguridad de primera.

1 escobazos:

Luis a. Andreo dijo...

A ver si consigo que mamá no lea estas cosas. Por lo demás magnifico relato. Besos

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