Los reyes del reciclaje

"El pasado es un prólogo". William Shakespeare.

6.12.2011

Equipo

Amo el básquet. Sobre todo la NBA. Desde la primera vez que mis padres me sentaron delante de aquella tele vieja de 7 canales sin mando, que parecía que explotaba cada vez que la apagábamos, para ver la barba canosa de Ramón Trecet en "Cerca de las estrellas". Desde que me hablaron de los "Bad boys" y de los Lakers de Magic, Kareem, y Worthy. Desde la primera "Super Basket". Desde que llegaron a mis manos las tarjetas con fotos, estadísticas y autógrafos que comencé a coleccionar de forma enfermiza. Desde que me dieron una pelota una tarde en el patio. Desde siempre.

Amo este deporte porque me recuerda la infancia, las tardes inacabables en las que mi madre me tenía que gritar desde el balcón para que dejara la dichosa pelotita y subiera a casa a cenar. Porque esas tardes las pasaba con mis amigos de siempre echando unos contra unos, dos contra dos o concursos de triples. Porque muchas veces esas tardes eran con más gente y con un entrenador que me corregía incansablemente. Me enseñaba a botar sin mirar el balón, siempre con la cabeza alta. A defender con el culo bien abajo y los pies situados "a las nueve o a las tres" según la posición del rival. A lanzar sin situar el codo hacia afuera o a cerrar el rebote mirando al jugador, no al balón.

Amo el baloncesto porque no solo jugaba yo, jugaba con unos amigos con los que formaba una máquinaria destinada a conseguir que ese trozo de goma entrase por un circulo de metal de 45 centímetros de diámetro. Cortes, bloqueos,  dos contra uno y pases al poste eran algunas de las armas utilizadas a veces por unos, a veces por otros. No importaba quién, solo que el balón entrase por ese círculo naranja. A ser posible en número mayor que el que entraba por el nuestro.

Amo el baloncesto y esta noche estoy feliz porque los Dallas Mavericks han derrotado a los Miami Heat en el sexto juego de las finales de la NBA. Porque un equipo de baloncesto se ha impuesto a una colección de estrellas. Porque este deporte es equipo y sacrificio. Bajar el culo en defensa y dar ese pase de más en ataque. Porque no todo son entradas a canasta, mates estratosféricos y miradas desafiantes al público cuando el partido está en sus albores. Porque la jerarquía está para respetarla: manda el entrenador en todo y el base en la cancha. El resto, ejecutan las órdenes. Porque un equipo no se rinde jamás. Ni cuando va perdiendo de 10 puntos en las finales del sexto partido en casa y falta un minuto. Porque no se gana por hacer más anuncios, vender más camisetas o conseguir que los mejores se enfunden los mismo colores.

Se gana porque se es el mejor equipo.

"El talento gana juegos, pero el trabajo en equipo y la inteligencia ganan campeonatos". Michael Jordan.

1 escobazos:

Publicar un comentario